Hace calor y no hay agua. La escritora camina por encima de la respiración de los sapos y de los ladrillos enterrados como si fueran lingotes de oro. ¿Qué hacer: mirar por la ventana cómo el gato persigue al ratón o volver a la computadora? Las tranqueras de los campos de la pampa quedan abiertas de día como las palabras de los amigos que invitan a pensar. ¿Vivir o escribir? Las rajaduras en el asfalto se interpretan como señales, las fantasías se desatan a la hora de hacer gimnasia y las grúas dan por muerto lo que todavía está vivo. En un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, rodeado de campos sembrados de soja, casas de fin de semana que se multiplican como libros, y yuyos con propiedades para curar y alimentar al mundo entero, la escritora sale a dar la vuelta al perro hastiada de que todo lo que la rodea tenga un sentido productivo. ¿Se podrá escribir contra el sentido? La escritora camina y encuentra a los hombres reunidos delante de una casa bajo el aguaribay más grande del pueblo, cuentan historias entre chatarras, como si fuera la versión pampeana del salón literario. Observa a las liebres, va en moto a comprar huevos, charla con la vecina, inventa preguntas que podrían acercarla a vislumbrar lo sagrado.

Vuelta al perro, La - Cynthia Rimsky

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Hace calor y no hay agua. La escritora camina por encima de la respiración de los sapos y de los ladrillos enterrados como si fueran lingotes de oro. ¿Qué hacer: mirar por la ventana cómo el gato persigue al ratón o volver a la computadora? Las tranqueras de los campos de la pampa quedan abiertas de día como las palabras de los amigos que invitan a pensar. ¿Vivir o escribir? Las rajaduras en el asfalto se interpretan como señales, las fantasías se desatan a la hora de hacer gimnasia y las grúas dan por muerto lo que todavía está vivo. En un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, rodeado de campos sembrados de soja, casas de fin de semana que se multiplican como libros, y yuyos con propiedades para curar y alimentar al mundo entero, la escritora sale a dar la vuelta al perro hastiada de que todo lo que la rodea tenga un sentido productivo. ¿Se podrá escribir contra el sentido? La escritora camina y encuentra a los hombres reunidos delante de una casa bajo el aguaribay más grande del pueblo, cuentan historias entre chatarras, como si fuera la versión pampeana del salón literario. Observa a las liebres, va en moto a comprar huevos, charla con la vecina, inventa preguntas que podrían acercarla a vislumbrar lo sagrado.