«El narrador de Miserere, un nihilista jocoso que parece deslizarse entre el maestro Suzuki y el neo marxista Koje?ve, accede a las tramas cultas de la derecha nacionalista argentina –sus debates e interpretaciones en torno al suen?o llamado Patria que soli?an hacerse sobre mobiliario ingle?s con algu?n tertulio alema?n (entre Heidegger y Clausewitz) y algu?n milico propio– antes de que fueran las botas y no las alpargatas las que se opusieran radicalmente a los libros y de algunos de sus devenires en accio?n durante los an?os que se pronuncian en una sola palabra tote?mica (losesenta).

El secuestro de Adolf Eichmann por la Mossad durante el gobierno de Frondizi, el asalto al Policli?nico Bancario, la Dolce Vita criolla con sus fiestas negras, el asesinato de Norma Mirta Penjerek y sus implicancias poli?ticas, la aparicio?n del petitero grupo Tacuara, contados por la voz iro?nica de alguien cuyo Virgilio son las mujeres; una suerte de Antoine Doinel a la Truffaut que entra y sale con inteligencia de las coaliciones masculinas guerreras pero que parece permanecer siempre del lado de Ellas –musas, iniciadoras, anfitrionas. Miserere es tambie?n una autobiografi?a falsa, la que se escribe con lo que no se ha vivido y que no por eso puede traducirse en ficcio?n.

Si fue?ramos colonizados diri?amos que Nanina, el libro que Germa?n Garci?a publico? a los veinte an?os es nuestro Demian o nuestro El gran Meaulnes pero preferimos considerarlo un Raucho o una Juvenilia para atorrantes, aunque mucho ma?s letrada puesto que fue escrita en una ciudad cuyos bares y libreri?as ofreci?an ma?s lecturas cri?ticas que la universidad y ma?s maestros que profesores.

Germa?n Garci?a nunca hizo literatura del yo, a menos que se acuse de lo mismo al coronel Mansilla y el General Sarmiento en lugar de reconocer en todos una historia personal de sus lecturas y una ficcio?n; como lector fue desde Miller (Henry) a Miller (Jacques Alain) sin dejar de ser un escritor. «¿De do?nde viene?» le pregunto? Jacques Lacan durante su visita al estudio de la calle Lille, «de la literatura» respondio? y el otro hizo uno de esos enigma?ticos gestos que fijaban como los de un chama?n.

El estilo tardi?o de Miserere no es el de la vejez sino el de la calma de las identificaciones querellantes en nombre de un savoir faire capaz de volverse si?ntesis, tributo y soltura, sin el peso de los mandatos y extintas –es decir vueltas histo?ricas–, las adorables histe?ricas.

Un estilo que regresa para adelantar: un libro vertiginoso que se lee de un tiro?n».

Miserere - Garcia German

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«El narrador de Miserere, un nihilista jocoso que parece deslizarse entre el maestro Suzuki y el neo marxista Koje?ve, accede a las tramas cultas de la derecha nacionalista argentina –sus debates e interpretaciones en torno al suen?o llamado Patria que soli?an hacerse sobre mobiliario ingle?s con algu?n tertulio alema?n (entre Heidegger y Clausewitz) y algu?n milico propio– antes de que fueran las botas y no las alpargatas las que se opusieran radicalmente a los libros y de algunos de sus devenires en accio?n durante los an?os que se pronuncian en una sola palabra tote?mica (losesenta).

El secuestro de Adolf Eichmann por la Mossad durante el gobierno de Frondizi, el asalto al Policli?nico Bancario, la Dolce Vita criolla con sus fiestas negras, el asesinato de Norma Mirta Penjerek y sus implicancias poli?ticas, la aparicio?n del petitero grupo Tacuara, contados por la voz iro?nica de alguien cuyo Virgilio son las mujeres; una suerte de Antoine Doinel a la Truffaut que entra y sale con inteligencia de las coaliciones masculinas guerreras pero que parece permanecer siempre del lado de Ellas –musas, iniciadoras, anfitrionas. Miserere es tambie?n una autobiografi?a falsa, la que se escribe con lo que no se ha vivido y que no por eso puede traducirse en ficcio?n.

Si fue?ramos colonizados diri?amos que Nanina, el libro que Germa?n Garci?a publico? a los veinte an?os es nuestro Demian o nuestro El gran Meaulnes pero preferimos considerarlo un Raucho o una Juvenilia para atorrantes, aunque mucho ma?s letrada puesto que fue escrita en una ciudad cuyos bares y libreri?as ofreci?an ma?s lecturas cri?ticas que la universidad y ma?s maestros que profesores.

Germa?n Garci?a nunca hizo literatura del yo, a menos que se acuse de lo mismo al coronel Mansilla y el General Sarmiento en lugar de reconocer en todos una historia personal de sus lecturas y una ficcio?n; como lector fue desde Miller (Henry) a Miller (Jacques Alain) sin dejar de ser un escritor. «¿De do?nde viene?» le pregunto? Jacques Lacan durante su visita al estudio de la calle Lille, «de la literatura» respondio? y el otro hizo uno de esos enigma?ticos gestos que fijaban como los de un chama?n.

El estilo tardi?o de Miserere no es el de la vejez sino el de la calma de las identificaciones querellantes en nombre de un savoir faire capaz de volverse si?ntesis, tributo y soltura, sin el peso de los mandatos y extintas –es decir vueltas histo?ricas–, las adorables histe?ricas.

Un estilo que regresa para adelantar: un libro vertiginoso que se lee de un tiro?n».