«Walt Curtis es una de nuestras potencias poéticas más escasas y dignas. Yo sigo fascinándome cada vez que abro Mala noche y lo leo. La película es en todo caso un reflejo de la historia, y un reflejo opaco. Hay que leer el libro para beber de la fuente; ahí es donde la cosa se siente como si estuviera ocurriendo ahora mismo.» Gus Van Sant

En plena década del setenta, los valles fluviales del estado de Oregon eran un edén para la actividad agrícola, tierra fértil para el arribo de jóvenes mexicanos a la búsqueda de empleos ocasionales en los campos de la zona. Y Portland, su ciudad capital, el principal núcleo de vida contracultural de la Costa Oeste, detrás de San Francisco. Allí reside Walt Curtis, ladero de Burroughs, Ginsberg, y Corso, “poeta de la calle”, que profesa un amor poético y obsesivo por la energía mestiza de los inmigrantes, acechados permanentemente por el fantasma de la deportación.
El personaje de Curtis les ofrece comida y alojamiento, cigarrillos y paseos en coche por las montañas, les prodiga hospitalidad y protección a cambio de amor por conveniencia. Mala noche & otras aventuras ilegales, que sirvió de inspiración a la primera película de Gus Van Sant, narra el vínculo tierno y cruel, frágil y duradero de Curtis con una pandilla de jóvenes mexicanos, a la vez que construye el escenario para un prolífico juego de roles: la relación oscila del acto sexual al trato maternal, de la complicidad amistosa al peligro de la enemistad. De este modo, estos relatos de amor entre varones, que devienen alegato contra la explotación del inmigrante latino en los Estados Unidos, desactivan los códigos habituales de una masculinidad dura y bosquejan un variado repertorio de vías de escape para las aburridas performances del macho.

«Eres un muchacho que llega a mí con la inocencia y la leche de la juventud. Desde México pasando por trenes y prisiones y atrás your father’s rancho con cincuenta vacas y burros. Te ríes: no son burros, me dices, son horses. Te digo que seas cuidadoso y te cepilles los dientes. Dices que es por los sweets, por los dulces, que se te hacen esas pequeñitas cavidades. Y que no importa porque un día te los vas a sacar y en su lugar te pondrás dientes de oro. I say: te amo. You say: ya sé. Pero qué es lo que de verdad quieres, me preguntas. Yo te respondo: Brush your teeth, hijo, cepíllalos todos los días.»

Mala Noche Y Otras Aventuras Ilegales - Walt Curtis

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«Walt Curtis es una de nuestras potencias poéticas más escasas y dignas. Yo sigo fascinándome cada vez que abro Mala noche y lo leo. La película es en todo caso un reflejo de la historia, y un reflejo opaco. Hay que leer el libro para beber de la fuente; ahí es donde la cosa se siente como si estuviera ocurriendo ahora mismo.» Gus Van Sant

En plena década del setenta, los valles fluviales del estado de Oregon eran un edén para la actividad agrícola, tierra fértil para el arribo de jóvenes mexicanos a la búsqueda de empleos ocasionales en los campos de la zona. Y Portland, su ciudad capital, el principal núcleo de vida contracultural de la Costa Oeste, detrás de San Francisco. Allí reside Walt Curtis, ladero de Burroughs, Ginsberg, y Corso, “poeta de la calle”, que profesa un amor poético y obsesivo por la energía mestiza de los inmigrantes, acechados permanentemente por el fantasma de la deportación.
El personaje de Curtis les ofrece comida y alojamiento, cigarrillos y paseos en coche por las montañas, les prodiga hospitalidad y protección a cambio de amor por conveniencia. Mala noche & otras aventuras ilegales, que sirvió de inspiración a la primera película de Gus Van Sant, narra el vínculo tierno y cruel, frágil y duradero de Curtis con una pandilla de jóvenes mexicanos, a la vez que construye el escenario para un prolífico juego de roles: la relación oscila del acto sexual al trato maternal, de la complicidad amistosa al peligro de la enemistad. De este modo, estos relatos de amor entre varones, que devienen alegato contra la explotación del inmigrante latino en los Estados Unidos, desactivan los códigos habituales de una masculinidad dura y bosquejan un variado repertorio de vías de escape para las aburridas performances del macho.

«Eres un muchacho que llega a mí con la inocencia y la leche de la juventud. Desde México pasando por trenes y prisiones y atrás your father’s rancho con cincuenta vacas y burros. Te ríes: no son burros, me dices, son horses. Te digo que seas cuidadoso y te cepilles los dientes. Dices que es por los sweets, por los dulces, que se te hacen esas pequeñitas cavidades. Y que no importa porque un día te los vas a sacar y en su lugar te pondrás dientes de oro. I say: te amo. You say: ya sé. Pero qué es lo que de verdad quieres, me preguntas. Yo te respondo: Brush your teeth, hijo, cepíllalos todos los días.»