En su investigación sobre el mundo obrero francés del siglo XIX, Jacques Rancière se dedicó a revelar las “historias paralelas” y opacas en los relatos oficiales, es decir, el archivo de aquellas singularidades que no encajaban en el modelo ni se vertían en el molde de la insubordinación vestida de redención que se ofrecía a los obreros y obreras de la época.
Tal vez buscando escapar a los diversos atascos de la teoría y de la práctica, tal vez procurando extraer de ese mundo de abajo un nuevo horizonte político y filosófico, rescató de esa pesquisa y del olvido a dos personajes notables, los que mejor expresaban un pensamiento autodidacta, salvaje y libertario, brotes interrumpidos de futuros proyectos de emancipación: el primero, un “maestro ignorante”, Joseph Jacotot; el segundo, un “filósofo plebeyo”, Gabriel Gauny.
Carpintero de oficio, fue uno más de la camada de proletarios y “devoradores de ideas” que forjó sus años de aprendiz en los talleres y fábricas de aquel mundo del trabajo a medio camino entre el artesanado y la industria, pero ya violentamente explotado por el capital.
Con todo, y lejos de sucumbir a las “prisiones del trabajo”, construyó un trayecto vital de absoluta autonomía y radicalidad, en un ensueño voraz que consumió sus horas –robadas al explotador y liberadas para la vida– entre programas para gobiernos en revolución permanente, ensayos de economía libertaria y de ciudades utópicas, y una correspondencia de amistad que es una pieza revolucionaria en letra viva.

 

El Filósofo Plebeyo - Gabriel Gauny

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En su investigación sobre el mundo obrero francés del siglo XIX, Jacques Rancière se dedicó a revelar las “historias paralelas” y opacas en los relatos oficiales, es decir, el archivo de aquellas singularidades que no encajaban en el modelo ni se vertían en el molde de la insubordinación vestida de redención que se ofrecía a los obreros y obreras de la época.
Tal vez buscando escapar a los diversos atascos de la teoría y de la práctica, tal vez procurando extraer de ese mundo de abajo un nuevo horizonte político y filosófico, rescató de esa pesquisa y del olvido a dos personajes notables, los que mejor expresaban un pensamiento autodidacta, salvaje y libertario, brotes interrumpidos de futuros proyectos de emancipación: el primero, un “maestro ignorante”, Joseph Jacotot; el segundo, un “filósofo plebeyo”, Gabriel Gauny.
Carpintero de oficio, fue uno más de la camada de proletarios y “devoradores de ideas” que forjó sus años de aprendiz en los talleres y fábricas de aquel mundo del trabajo a medio camino entre el artesanado y la industria, pero ya violentamente explotado por el capital.
Con todo, y lejos de sucumbir a las “prisiones del trabajo”, construyó un trayecto vital de absoluta autonomía y radicalidad, en un ensueño voraz que consumió sus horas –robadas al explotador y liberadas para la vida– entre programas para gobiernos en revolución permanente, ensayos de economía libertaria y de ciudades utópicas, y una correspondencia de amistad que es una pieza revolucionaria en letra viva.