Louis Marin es uno de los secretos mejor guardados del pensamiento francés de la segunda mitad del siglo XX. Autor de una obra «inconmensurable», en palabras de su amigo y colega Jacques Derrida, entre los años setenta y noventa Marin dio a luz una serie de trabajos de una originalidad extraordinaria sobre uno de los temas que hoy cautivan a las ciencias humanas: el poder de las imágenes, su autoridad, su potencia.
Destruir la pintura, uno de sus primeros ensayos dedicados a este problema, profundiza sus reflexiones sobre la posibilidad de producir un discurso verbal acerca de un discurso visual. El ensayo se estructura en dos partes cuyo epicentro son dos pinturas, Los pastores de Arcadia, de Nicolas Poussin, y la Cabeza de Medusa, de Caravaggio. A lo largo de su discusión, que convoca muchas otras obras y fuentes, Marin expone las diferencias entre la práctica pictórica sostenida por Poussin, el maestro del clasicismo, y Caravaggio, el precursor del barroco a quien Poussin acusó de haber venido al mundo a «destruir la pintura», y elabora una reflexión brillante, de un alcance que trasciende su objeto de análisis inmediato, acerca de los efectos y las funciones de la representación visual.
Destruir la pintura es una caja de herramientas, una cantera de teorías e hipótesis que, con la intrepidez del pensamiento vivo, se internan en el territorio a menudo bastardeado del análisis de imágenes. La negación del lugar de enunciación en la pintura y el modo como aquella articula la autoridad de las imágenes; la relación de estas con la verdad; su posibilidad de dar cuenta del paso del tiempo y, sobre todo, de realizar la conciencia de la muerte en el espectador son algunos de los temas que aborda este libro tan estupefaciente como los mismos objetos que analiza. Conmovedora como toda buena teoría, Destruir la pintura invita a leer desde la propia experiencia intelectual y afectiva, manifestando la medida en que la contemplación de imágenes interviene en nuestra comprensión del mundo y, más aún, en nuestra constitución como sujetos. Publicada en 1977, esta es la primera traducción de la obra al español, que Fiordo publica precedida de un ensayo de Agnès Guiderdoni acerca del pensamiento de Marin.

Destruir La Pintura - Marin, Louis

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Louis Marin es uno de los secretos mejor guardados del pensamiento francés de la segunda mitad del siglo XX. Autor de una obra «inconmensurable», en palabras de su amigo y colega Jacques Derrida, entre los años setenta y noventa Marin dio a luz una serie de trabajos de una originalidad extraordinaria sobre uno de los temas que hoy cautivan a las ciencias humanas: el poder de las imágenes, su autoridad, su potencia.
Destruir la pintura, uno de sus primeros ensayos dedicados a este problema, profundiza sus reflexiones sobre la posibilidad de producir un discurso verbal acerca de un discurso visual. El ensayo se estructura en dos partes cuyo epicentro son dos pinturas, Los pastores de Arcadia, de Nicolas Poussin, y la Cabeza de Medusa, de Caravaggio. A lo largo de su discusión, que convoca muchas otras obras y fuentes, Marin expone las diferencias entre la práctica pictórica sostenida por Poussin, el maestro del clasicismo, y Caravaggio, el precursor del barroco a quien Poussin acusó de haber venido al mundo a «destruir la pintura», y elabora una reflexión brillante, de un alcance que trasciende su objeto de análisis inmediato, acerca de los efectos y las funciones de la representación visual.
Destruir la pintura es una caja de herramientas, una cantera de teorías e hipótesis que, con la intrepidez del pensamiento vivo, se internan en el territorio a menudo bastardeado del análisis de imágenes. La negación del lugar de enunciación en la pintura y el modo como aquella articula la autoridad de las imágenes; la relación de estas con la verdad; su posibilidad de dar cuenta del paso del tiempo y, sobre todo, de realizar la conciencia de la muerte en el espectador son algunos de los temas que aborda este libro tan estupefaciente como los mismos objetos que analiza. Conmovedora como toda buena teoría, Destruir la pintura invita a leer desde la propia experiencia intelectual y afectiva, manifestando la medida en que la contemplación de imágenes interviene en nuestra comprensión del mundo y, más aún, en nuestra constitución como sujetos. Publicada en 1977, esta es la primera traducción de la obra al español, que Fiordo publica precedida de un ensayo de Agnès Guiderdoni acerca del pensamiento de Marin.